Uno no puede dejar de notar a Pedro en los evangelios. Se lo ve como una persona de buen corazón pero rústica, siempre pugnando por estar en primera posición y haciendo declaraciones altisonantes. Cada una de las listas de los discípulos lo coloca en primer lugar, y Pedro aparece con frecuencia tratando de ocupar el centro del escenario. Como persona era bastante agradable, con un gran corazón y con un entusiasmo ilimitado. Pero tenía demasiadas aristas sin pulir. Oscilaba como un péndulo, era osado y valiente un momento y cobarde en el momento en que realmente tenía que ser valiente.
Cuando Pedro se sentó a escribir su primera carta o epístola universal, muchos años más tarde, él era ya un hombre muy cambiado. Uno puede detectar dicho cambio en las palabras que escoge: palabras como humillarse y someterse. La primera carta de Pedro no tiene nada del estilo agresivo y tosco que este apóstol exhibe en los evangelios. Está obedeciendo el último mandamiento que le diera Jesús: “Alimenta mis ovejas” (Juan 21:17). El tosco Pedro se ha convertido en un tierno pastor.
Tomado del Nuevo Testamento Devocional de Estudio