domingo, 2 de marzo de 2008

MUJERES DE LA BIBLIA

Abigail

«Aquel varón se llamaba Nabal, y su mujer Abigail. Era aquella mujer de buen entendimiento y de hermosa apariencia, pero el hombre era duro y de malas obras; y era del linaje de Caleb»
(lea Samuel 25:3).

LEASE: 1 SAMUEL 25:2-42

Parece que también en otras épocas se concertaban matrimonios de personas sumamente dispares. Tenemos un ejemplo de ello en el matrimonio de Nabal con Abigail. Nabal era un hombre muy rico, pero sumamente burdo y zafio (salvaje), de poco discernimiento y dado a toda clase de excesos. Ella era una mujer juiciosa y de buen parecer y con un recto sentido moral.

Es posible que el lector se pregunte cómo pudo aceptar esta mujer a un hombre así. Para comprenderlo nos basta recordar que en aquellos tiempos la mujer no era consultada para ser dada en matrimonio. Nos basta hacer mención de Lea en su matrimonio con Jacob. Podemos suponer que el caso de Abigail fue semejante.

No es muy probable que Abigail tuviera una vida muy plácida con este hombre, o que hubiera mucha comprensión por parte de él en los asuntos de la casa o en sus relaciones personales. Este hombre sólo se preciaba de sus posesiones materiales y su mayor satisfacción era correrse juergas mayúsculas con sus compinches. Nabal había tomado la parte de Saúl, el rey, en la contienda de éste con David según se nos hace evidente en la respuesta que da a los mensajeros de David: «Hay muchos siervos hoy que huyen de sus señores.» Como veremos, Abigail tenía mucha más comprensión y es evidente que por su parte, estaba decididamente del lado de David, pues lo demuestran también sus palabras: «Y. acontecerá que cuando Jehová haga con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de ti, y te establezca por príncipe sobre la tierra...»

La historia se puede relatar rápidamente: David se hallaba con sus hombres en la montaña y envió a Nabal un destacamento para pedirle vituallas (abastecimientos). David consideraba que tenía derecho a ello porque había protegido a los pastores de Nabal. Pero Nabal odiaba a David; por ello trató rudamente a sus enviados y los despidió con las manos vacías.

La reacción de David al enterarse del ultraje es comprensible: «Cíñase cada uno su espada…» Cuatrocientos soldados iban a caer sobre la casa de Nabal y ningún hombre habría quedado vivo en ella. Pero, Abigail intervino y dio órdenes de cargar varios asnos con panes, cueros de vino, ovejas, grano y fruta. Los envió a David y ella misma siguió a sus siervos para asegurarse de ver aplacado a David. El discurso de Abigail a David es un modelo de diplomacia, y consiguió lo que deseaba. Se echó a los pies de David, tan pronto como le vio, y disculpó la insensatez de su marido con palabras elocuentes. Luego pidió misericordia a David en nombre de Jehová, y al final le hace ver que cuando llegue el día que David vea reconocidos sus derechos estará contento de no haber derramado sangre sin causa «o de haberse vengado por sí mismo». Las palabras con que se despide son: «Acuérdese mi señor de su sierva.»

No sólo aplacó la ira de David, sino que cuando al poco Nabal murió, después de una espantosa borrachera, y Abigail quedó viuda, David «se acordó»: le mandó una embajada diciéndole que deseaba tomarla por mujer. Oigamos la respuesta de Abigail: «He aquí tu sierva será una sierva para lavar los pies de los siervos de mi señor.» Su discreción no la había abandonado. Hemos de tener en cuenta que éste era el estilo de lenguaje de aquellos tiempos.

Abigail mostró prudencia en difíciles circunstancias. Dio muestras de fe al decir a David, el escogido de Dios en oposición al rey Saúl: «Aunque alguien se haya levantado para perseguirte y atentar contra tu vida, con todo, la vida de mi señor (David) será ligada en la faz de los que viven delante de Jehová tu Dios, y Él arrojará la vida de tus enemigos como de en medio del hueco de una honda.»

Abigail vio cumplidas estas palabras.


Dorcas (Tabita)

"Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía." (Hechos 9:36).

Lease Hechos 9:36-42

El nombre de la mujer era Tabita. Dorcas es una traducción hebrea. Tabita, en griego, significa «gacela». «Esta mujer abundaba en buenas obras y en Iimosnas que hacía.» Se dedicaba a coser vestidos y túnicas para los pobres. Esta costumbre ha sido imitada más adelante y en la Iglesia Cristiana de nues-tros tiempos incluso su nombre ha presidido el de Sociedades de Señoras, que se han dedicado a la beneficiencia. Parece ser que fue la primera, (por lo menos de la que tenemos conocimiento) que se dedicó a estos actos de amor, inspirada por Cristo. Su ejemplo ha sido una fuente de inspiración constante para las buenas obras. La Iglesia ha mostrado en innumerables ocasiones este espíritu de amor hacia los pobres, especialmente en el pasado cuando no había la menor forma de auxilio social de entidades seculares o de las autoridades.

Tabita puso en acción las palabras de Jesús: «Estuve desnudo y me cubristeis.» Originó un movimiento de amor que ha perdurado durante diecinueve siglos. La Iglesia Cristiana ha mitigado infinitos sufrimientos. En tiempos pasados y en paises no cristianos, la suerte de los humildes fue siempre cruel e inmisericorde.

Cuando Pedro fue a Jope se encontró al llegar que Tabita acababa de morir. La habían lavado y puesto en la estancia superior, y allí llorando, llevaron a Pedro, y le rodearon las viudas mostrándole las prendas en que todas ellas se ocupaban. La falta de Tabita iba a ser irremediable. Pedro se puso de rodillas, oró, y poco después se la volvió a presentar viva. Tabita pudo continuar su ministerio benéfico.

Tabita es una expresión del amor cristiano transformado en hechos. Apela a la acción de las mujeres que, por su edad, o su posición, o circunstancias, no tienen ninguna otra vocación específica. Nos enseña que la pobreza puede ser mitigada efectivamente en el nombre de Jesús.


Drusila

"Algunos días después, viniendo Félix con Drusila su mujer, que era judía, llamó a Pablo, y le oyó acerca de la fe de Jesucristo" (Hechos 24:24).


Drusila era de Edom. Era la hija del rey idumeo Herodes Agripa y había nacido en el año 34 D. de J. Como los suyos, Drusila profesaba la religión judía. Cuando oyó a Pablo en Cesarea aún no tenía veinte años, a pesar de que ya habían ocurrido muchas cosas en su vida. Era famosa por su hermosura. A los dieciseis años se había casado con el príncipe Azizo, rey de Emesa. Pero, el gobernador romano Félix la conoció en un festival en la corte, y se interesó en ella. Cuando Félix envió a Drusila un nigromante judío, Simón, con una invitación personal, Drusila abandonó quietamente la corte de Azizo y se dirigió a Cesarea, donde se casó con Félix. Ante la ley judía evidentemente el matrimonio era ilegal. Drusila no tuvo inconveniente en aparecer en público como la esposa de Félix. Azizo tuvo que aguantarse, simplemente.

Drusila llevaba un año viviendo con el gobernador romano cuando Pablo llegó a Cesarea en circunstancias que pueden leerse en el capítulo 23 de Hechos. Es posible que cuando Pablo fue llamado ante el tribunal de Félix, para responder a las acusaciones de los judíos, capitaneados por Tértulo, Drusila se hallara presente en la sala, si bien no hallamos confirmación de esto en el libro de Hechos. Pero sí hallamos allí que a los pocos días, Félix y Drusila, los dos conversaron en privado con él respecto a la fe de Cristo.

No sabemos exactamente qué ideas se cambiaron en esta conversación, pero no parece improbable que Pablo aprovechara la ocasión para dejar claro en oídos de Drusila, que de nombre por lo menos todavía era judía de religión, cuáles eran los requerimientos éticos de la ley mosaica y las consecuencias de su infracción. Este se evidencia en el versículo 25, donde se nos dice que Pablo disertó sobre «la justicia, el dominio propio y el juicio venidero», en términos tales que el nuevo esposo de Drusila, Félix», «se aterrorizó y dijo: «Vete por ahora; pero cuando tenga oportunidad te llamaré.»

Es probable que Drusila se burlara de Pablo y de sus ideas sobre el dominio propio y la justicia. No sabemos nada más de Drusila por la Biblia, pero este mismo hecho parece indicar que su conciencia no quedó afectada muy profundamente, y en todo caso su conducta no lo mostró. Josefo, el historiador judío, nos cuenta que Drusila murió en la erupción del Vesubio que sepultó a Pompeya y Herculano. Drusila había ido allí, precisamente unos pocos días antes de la erupción con su único hijo, Agripa, y pereció sepultada por la lava.

Drusila había deshonrado su fe judía, había rechazado a Cristo, abandonado a su esposo y vivía en pecado. Drusila supo cuán «horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo».

La mujer de Pilato

"Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir: No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él" (Mateo 27:19).

Léase Mateo 27:15-31

No es raro que un hombre adusto y duro reciba la bendición de una esposa suave en su trato y que ejerce una influencia benéfica sobre él. Pilato es un ejemplo. Era un verdadero déspota, que abusaba de su autoridad y poder. Sus superiores tuvieron que relevarle de su cargo por los abusos cometidos. La forma vergonzosa en que trató a Jesús, estando convencido de que era inocente, mandándole azotar y luego crucificar nos da evidencia de su naturaleza despótica.

Pero su esposa era muy distinta. Es evidente que se interesaba directamente en las actitudes de su marido, procurando moderar sus excesos en la ejecución de sus deberes oficiales. En este caso tenía que estar enterada del arresto del rabino judío y del juicio a que se le sometería al día siguiente. Su sueño inquieto está poblado de pesadillas. Se levanta angustiada y manda encargo a su marido que "por causa de aquel justo ha sufrido mucho en sueños durante la noche".No sabemos hasta que punto la mujer deseaba favorecer a Jesús porque consideraba que era inocente aunque esto es perfectamente posible de lo que no cabe duda es que trataba de evitar que su esposo hiciera lo que precisamente hizo: poner sobre su cabeza la sangre de un justo y además un maestro religioso.

Desde el punto de vista humano, en el hecho hemos de ver una mujer pagana, de naturaleza delicada y sensible, que trata de evitar que su marido cometa una atrocidad que sólo podía invitar la ira y venganza divinas. En su sentido de responsabilidad respecto a su marido es indudable que nos resulta una figura amable. Para ella, el marido y sus actos era algo del mayor interés, aunque no era un hombre que se hiciera estimar mucho, como lo prueba el que no hizo el menor caso de lo que ella le había dicho.

En este sentido ante su ejemplo, muchas mujeres cristianas pueden quedar avergonzadas, pues la responsabilidad de sus esposos es algo que ni les pasa por la cabeza. Una esposa puede influir para bien en un marido y si deja de hacerlo, rehuye su deber y el ejercicio de una de sus mejores prerrogativas. Para muchos la esposa ocupa el lugar que antes ocupaban los ángeles. Por desgracia muchos maridos actúan todavía de la misma forma que Pilato con respecto a su esposa. En estos casos la bondad de la esposa aumenta la maldad de su corazón. "Amontonan ascuas de fuego sobre su cabeza."


La suegra de Pedro


"Habiendo entrado Jesús en casa de Pedro, vio a la suegra de éste postrada en cama con fiebre". Mateo 8:14

Lease Mateo 8:14-17

Cuando Jesús dijo a Pedro y a Andrés: "¡Seguidme!" los dos dejaron todo lo que tenían y le siguieron. Los lazos que unían a Pedro, y en general a los discípulos, con sus familias tenían que ser cortados, y nuevos lazos tenían que aparecer para sustituirlos. Pero, Pedro ya no pertenecía a Betsaida, ni a la familia de su padre Jonás. Pertenecía a Jesús y a su Reino. Recordemos a Jesús: "El que ama a su padre o madre más que a mi no es digno de mí." Esto parece una exigencia extrema. Y los primeros cristianos hicieron este sacrificio por sus convicciones: lo dejaron todo para seguir a Jesús.

Eso no era obstáculo para que los lazos deshechos entre el discípulo y su familia fueran luego reconfirmados. Esto ocurrió en el caso de Salomé, la madre de Juan y Jacobo, y en este caso entre Pedro y su suegra. Estas mujeres creemos que se convirtieron a la fe. En cuanto a Salomé es seguro. Sabemos de la suegra de Pedro que servía a Jesús. No cabe duda que el milagro recibido tenía que disponerla a adorar al Señor.

No sabemos si vivía en Betsaida o Capernaum, aunque no importa. Allí Pedro y Andrés poseían una casa. Posiblemente heredada de su padre. Pedro era casado, y al seguir a Jesús dejó la casa a cargo de la esposa. Cuando Jesús visitó la casa, su madre vivía con ella. No sabemos si Andrés era casado. Tampoco sabemos si había hijos. Sabemos que la esposa de Pedro todavía vivía cuando Pablo era creyente, por la referencia que hace a ella en 1a Corintios 9:5.

En nuestra historia vemos que la suegra de Pedro está enferma. No sabemos si era una enfermedad grave. Pero, sí que Jesús llegó, le tocó la mano, y a pesar de que "estaba postrada en cama" se puso bien: se levantó y les servía.

De este incidente aprendemos que el hecho que Jesús mandara a sus discípulos que lo dejaran todo para seguirle no les impedía mantener las relaciones con la familia, pues de otro modo Pedro no les habría visitado. En este caso toda la familia alaba al Maestro.

Las relaciones entre yernos y suegras no siempre son lisas y suaves. Es posible que en algunos casos no haya la discreción debida o la paciencia deseable por parte de los dos, en estas relaciones. Por otra parte el amor puede superar todas las discrepancias y diferencias en el modo de ver las cosas. En el caso de Pedro hemos de creer que su enfermedad había unido a toda la familia en oración. Ahora, una vez curada, ella muestra su amor y se dedica a servir al grupo que había traído a casa su yerno, especialmente a Jesús que la había curado. Reinaba la armonía en aquella casa


Salomé

"Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo, con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo" (Mateo 20:20)

Lease Lucas 20:20-28; Marcos 15:40, 41.

Salomé era la esposa de Zebedeo, y la madre de Juan y Jacobo. Lo notamos al comparar Marcos 15:40 con Mateo 27:56. Marcos nos da el nombre de Salomé como una de las mujeres que estuvieron presentes en el entierro de Jesús. En Mateo no se menciona su nombre pero se la designa como la madre de los hijos de Zebedeo. Salomé podía considerarse como muy bendecida entre las mujeres, puesto que era la madre de dos de los discípulos más queridos por Jesús. Es indudable que los tres apóstoles en quienes Jesús tenía más confianza eran Pedro, Juan y Jacobo. Más adelante apareció Pablo, pero este no formaba parte de los doce. Jacobo y Juan, junto con Pedro, siempre son nombrados en ocasiones aparte. Jacobo murió como mártir según vemos en Hechos 12:2, por lo que su entrada en el cielo precedió a la de los otros apóstoles. De los once que habían presenciado la ascensión de Jesús en el monte de los Olivos, Jacobo fue el primero llamado a la comunión con el Señor.

La vida de Salomé, pues, dio mucho fruto. Sus dos hijos retuvieron su posición clave entre los apóstoles. Juan murió mucho más tarde. Fue el último de los apóstoles que murió, después de la revelación de Patmos.

Salomé era la mujer de un pescador. Vivían en la cosata del Lago de Genezaret. Era de esperar que sus hijos Juan y Jacobo seguirían moviéndose entre barcas y redes, continuando la ocupación de su padre. Pero, el curso de la familia fue cambiando súbitamente cuando Jesús los llamó a formar parte de su grupo. Su posición como apóstoles de un Rey con poder en el cielo y en la tierra cambió las ambiciones de Salomé para ellos, como veremos a continuación.

Hay multitud de leyendas con respecto a Salomé. Por ejemplo: que nació de un primer matrimonio de José, y por ello estaba emparentada con la familia de María. Otra, que era hija de Zacarías. El sentido de ellas es establecer el hecho que Jacobo y Juan probablemente habrían ya oído hablar de Jesús, cuando éste los llamó. Más probable es que la familia había oído hablar de Jesús a través de Juan el Bautista, cuando este predicaba junto al Jordán. Esto significa que la familia ya estaba preparada para recibir el mensaje, pues no se nos dice que Zebedeo hiciera el menor esfuerzo para retenerlos; en cuanto a María sabemos que fue luego ella misma a escuchar a Jesús y que siguió a las mujeres. Ya vimos que fue una de las mujeres que preparó los lienzos y especias para el entierro de Jesús.

El pecado de Salomé era el de los apóstoles. Reconoció que Jesús era el Mesías, pero no podía separar al Mesías de la gloria temporal de Israel. No se dio cuenta que los hijos de Abraham lo eran por la fe, no por sus hijos y por Pedro, y quizá sintiera incluso celos de Pedro y quiso asegurarse de que sus hijos, cuando Jesús viniera en su Reino, tuvieran un lugar de honor en él. Estas razones, comprensibles al considerar el orgullo natural de madre, la inducen a esta petición pecaminosa. No procedía de la fe, sino de lo opuesto a la fe.

¿Cuál fue la respuesta de Jesús? Dirigiéndose a sus hijos, que estaban con ella, les pregunta si podían beber de la copa que estaba preparada para él. Los hijos respondieron que podían. Jesús les confirmó el hecho que realmente lo harían: profetizando con ello el martirio, del que los dos iban a morir más adelante en distintas circunstancias. ¡Esta fue la corona de Salomé! ¡Una corona de eterno peso de gloria!


Tomado de www.adorador.com